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We need to talk about Kevin (2011) Crítica por Verónica Bolletta.
Esta Crítica, fue escrita en el año 2014, para el programa radial Los caprichos de Julie Delpy. La autora cree que el valor de la película trasciende la época de su estreno ratificando su opinión.
Roto y rojo son las primeras imágenes y calificaciones que vienen a mi mente. El rojo inunda la pantalla, marca el clima y lo satura. Trasciende omnipresente en la tomatina, en la pintura, en la sangre, en la luz del patrullero, en los números del reloj despertador... Ese color pasión anuncia y presagia que lo sucedido o lo que sucederá es fuerte y poderoso.
Roto. Algo se quiebra y es más que el brazo de un niño; aún más que el sexo interrumpido y que los mapas manchados.
Eva (impecable Tilda Swinton) es una madre que no quería (y las circunstancias, y su amor por Franklin,y...) y que transforma indecisión en posterior rechazo. La cinta se basa en su visión parcial, incompleta, culpable. Accedemos a la historia en sucesivos raccontos, en flashbacks que sortean épocas y estados de ánimo. Nos enteramos que el vínculo que supondríamos sagrado nació roto e impuesto. La figura del padre simplón y negador (se niega a ver lo evidente justificando...) se contrapone a la complejidad y perversidad de madre e hijo. Ambos extremos de la ruptura, del quiebre.
No corro peligro de ¿cometer? spoiler (siempre soñé usar esa palabra). Así como un relato - cualquiera sea su duración - se sostiene sobre las palabras que lo conforman independientemente de la originalidad o profundidad de la idea; un film es imagen, actuación, historia, sonidos.
Tilda Swinton compone una madre que sabe (o desea o culturalmente sospecha y anhela) su destino de Infierno. Convive con el castigo físico que le propinan mujeres airadas, un baño de pintura (rojo otra vez) que sufre su modesta casa, y la culpa. Es un tratado sobre la culpa y la mirada de una madre que no deseó serlo. Y es la vida del hijo no deseado que descubre placer en lastimar, en causar daño y comienza con Eva – primera mujer. Y es ese mismo niño quien destaca como honesto el único gesto espontáneo de Eva de arrojarlo contra la pared quebrando su brazo. Y es el mismo Kevin quien la manipula acariciando la cicatriz que recuerda la herida cuando aspira a satisfacer sus caprichos.
Cada episodio del pasado se cuela en la cronología de la actualidad de esa madre. La tragedia se adivina en el aire. La confirmación y su magnitud llegan en los últimos minutos de esta cinta que recuerda que además de las metas (o finales) el recorrido también cuenta. La masacre colegial y su pulcro preparativo es el resultado casi obligado del daño principal, ese que ostentan madre e hijo.
Los protagonistas de esa ruptura opuesta apoyan sus composiciones en detalles de vestuario. El corte moderno y ajustado – a medida - de la ropa de Eva en épocas de presunta familia feliz contrasta con la ropa holgada, industrialmente masiva de su decadencia actual. El cabello resulta un complemento que acompaña la fisonomía en igual proporción que el vestuario.
Si el Kevin niño es un hallazgo de mirada macabra, el adolescente encarnado por Ezra Miller resulta malignamente atractivo, candente y vital. Él resume el rojo roto. Lo condensa en esos labios entreabiertos, en las remeras excesivamente pequeñas, morbosamente apretadas al cuerpo que asoma en crecimiento.
Entre ambos un pedido que no se concreta. Tenemos que hablar de Kevin sugiere Eva a Franklin cuando lo maligno es sospecha. Tarde. Cuando el poder y la muerte dependen de Kevin sólo sobrevive quien ganó su respeto.
Biografía
Verónica Boletta reside en La Plata donde ejerce su profesión de contadora. Escribe poesía y narrativa. Su último libro publicado es la colección de microrrelatos Número puesto (Halley Ediciones, 2020). Es aficionada al cine y las series.
Blog:
Estación de micros (enlace:https://estaciondemicros.wordpress.com/)