Libros de Otres
Curar y ser curados. Poesía y reparación. de Claudia Masin (editora las furias), reseña por Sandra Gabriela Martínez
Curar y ser curados es un libro que conmueve, que se lee con el cuerpo en su poder transformador
Claudia Masin nos hace entrar, a través de su palabra, entendida ésta como acto, en un proceso en el que la cura no es sin otros; con otros como un modo de ver la vida en su totalidad, una corriente que es a la vez dolor y belleza
Quien fue dañado lleva consigo ese daño, como si su tarea fuera propagarlo, hacerlo impactar sobre aquel que se acerque demasiado. Somos inocentes ante esto, como es inocente una helada cuando devasta la cosecha: estaba en ella su fio…Pido por esa fuerza que resiste la catástrofe y rehace lo que fue lastimado todas las veces que sea necesario, y también por el daño que no puede evitarse, porque lo que nos damos los unos a los otros, aún el terror o la tristeza, viene del mismo deseo curar y ser curados.
Escribir para respirar, la poesía en tal sentido cura por un instante, hasta el próximo dolor por eso para la autora no es resultadista: Es de otro modo que se produce esa operación de transmutación del sufrimiento en palabras capaces de reparar…Simplemente ocurre. Sin nuestra intervención, sin nuestro control.
Para Claudia Masin la escritura necesita ser pensada como acontecimiento y, ante todo, a modo de mantra, no hacer daño. Este precepto hace las veces de un exorcismo o una plegaria, es lo que nos decimos unos a otros a sabiendas de que sólo puede ser cumplido en ocasiones, parcial y pobremente. Sin embargo, sin ese exorcismo, esa plegaria, la vida resultaría demasiado cruda, resultaría insoportable.
En estas páginas, que son camino en la existencia, de manera brillante subvierte el concepto de compasión, en tanto no es la piedad cristiana en la que nos pretendemos superiores sino aquella posición de la compasión ante un ser que es igual a mí. No se trata como lo indicaría la moral y el sentimentalismo de la simpleza binaria de la víctima y el victimario sino que se trata de afrontar nuestra vulnerabilidad como iguales; tomando las palabras de John Berger que cita la autora, Olvidarse de uno mismo, por más brevemente que sea, identificarse con un desconocido hasta el punto de reconocerlo. Resonar con aquello que no es yo.
También en la música encontramos, nos dice, encontramos la simpatía, como resonancia simpática: vibrar a partir de la vibración que se produce en otro. Vibrar con otro.
Las palabras son actos, algo que hacemos y que nos hacen, las palabras son capaces de enfermarnos, las palabras son capaces de curarnos… ¿Sería posible escaparse a través de las palabras, de lo que las palabras nos han hecho?
Y si las palabras curan, si la poesía cura, ¿cómo lo hace? En la referencia al poema en el que la niña reseña sobre su padre cruel y feroz, Claudia Masin nos dice que podemos darnos otra historia por fuera de la crueldad; la violencia subvertida en propia vulnerabilidad; algo así como poder matar porque antes me mataron, el daño y su reparación convertidos en misterio, en instante, en bálsamo. Si quieren que les cuente lo que ha hecho la poesía con ella, ha sido eso: rescatarla de la ciénaga (aunque no siempre, no todo el tiempo), permitirle ser una persona (aunque no siempre, no todo el tiempo). Esa es la cura que la poesía ofrece, y no es poco.
La palabra, la poesía, para devolverle a la enfermedad primordial un acto de insumisión.
Con Seamus Heaney Claudia Masin considera que es Hermoso, iluminador, pensar a la poesía como nuestro sistema inmunológico…como una fuerza que -a veces, sólo a veces- vence…Esta función se ejerce por sí sola, por la propia naturaleza del discurso poético: su espíritu de revuelta ante las convenciones del lenguaje y las convenciones del mundo, que responden a un poder que nos quiere débiles, que nos quiere enfermos.
Escribir un poema no es una experiencia del dolor sino un acto de desobediencia frente al dolor. Hablar no para ordenar el sufrimiento sino para transformarlo, ese es el acto de liberación del dolor.
En ese encuentro deslumbrante entre lo dañado y lo deseante que se produce cuando escribimos, cuando nos arrancamos los grilletes con los dientes como un animal salvaje que ha caído en una trampa y prefiere perder una pata a quedarse atrapado hasta la muerte.
Cuerpo conmovido donde nos fusionamos con lo mirado hasta confundir los límites entre el yo y lo otro.
Todo poema es una reescritura de las historias que creíamos escritas de una vez y para siempre. Al empezar a reescribir esas historias que nos enfermaban, nos oprimían, nos llenaban de tristeza, nos damos cuenta de que hay una luz, un poder que despierta, que nos devuelven la valentía necesaria para que hable de una vez la voz que estuvo tanto tiempo callada.
Sandra Gabriela Martínez nació en Buenos aires el 25 de abril de 1964. Es psicoanalista con perspectiva de género y feminista. Trabaja en el ámbito clínico y se desempeña laboralmente contra la trata de personas y la explotación sexual y laboral.
Se ocupa de la activación y reivindicación de los derechos de las mujeres y la abolición de la cultura prostituyente.
En el año 2018 publicó Poemas en Foco, su primer libro de poesía.
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