Libros de Otres
Fruto Rojo, de Tomás Litta. Reseña por Romina Guzmán
“Me levanto / camino / por el parque/ respiro hondo /
aprendo a pasar / por los lugares / que me hicieron doler”
Tomás Litta
Todo es tedio en estos días de aislamiento. Para colmo, todavía es invierno. El título “Fruto rojo” (Santos Locos Poesía, 2018) de Tomás Litta promete verano y cumple. Las imágenes tienen un brillo que por momentos se vuelve destello, tintineante apenas, para volver con fuerza hacia el final. Este poemario estalla y madura a lo largo de los versos.
La intensidad marca el inicio y el calor traspasa. Es verano: cerveza, madrugada, Kumbia Queers, papelitos de colores, besos robados, cuerpos que se juntan para que sus acordes le contesten al jazz.
De hecho, no sólo le contestan sino que le ganan. Pero cuidado, la pasión tiene más gusto a competencia que a juego. El clima se va tornando húmedo, y la mordida ensangrentada. Entramos en la antesala del otoño, que amenaza, colándose por debajo de una mantita robada de alguna aerolínea.
El cuerpo, entonces, se sumerge; pero debajo de las algas, de la espuma, de la sal, no hay más que tristeza. El agua como siempre trae paz, sólo que ahora no es bienvenida, tiene olor a desgaste. Los corazones empiezan a titilar.
El año sigue su curso, y el estallido del comienzo ya es abismo, la poesía se derrumba en caída libre. ¿Será que hay que romperse un poco para volver al verano? Sí, claro. La poesía de Litta junta uno a uno los pedazos de lo que quedó en el camino, para mirarlos como quien se atreve a mirar la ciudad vacía un domingo de primavera. El tiempo es ciclotímico y hasta el sol por momentos quema y por momentos abriga. Debe ser entonces que para que el dolor pase, habrá que pasar por el dolor. Mirar fijo lo que se rompió y reconocer lo que ya no tiene arreglo.
En este punto aparece el verdadero fruto rojo, que anuncia el título. Un fruto agridulce, un estallido distinto que marca el comienzo de un nuevo verano. El poeta elige que el viento le llene el pelo y todo empieza a estar mejor de lo que parece. Es necesario volver a pasar por los lugares que hacen doler, llorar en otros y seguir. El mundo es un lugar cruel, pero hay que bajarse del colectivo y habitar el precipicio.
Cierro el libro, me lleno de invierno de nuevo. Miro a los ojos al huracán, y elijo confiar, en las correntadas, en el abismo un poco. Me entrego a la poesía, a esta poesía, mientras espero que el tiempo me devuelva el verano.
Romina Guzmán
BIOGRAFÍA
Romina Guzmán es docente, poeta y escritora. Estudió profesorado de lengua y literatura inglesas (UNLP) y realizó la diplomatura en Ciencias Sociales orientada en lectura, escritura y educación (FLACSO). Enseña inglés en escuelas estatales. De manera independiente dicta clases de inglés y talleres de lectura en ambas lenguas. Organiza el ciclo mensual de lecturas y música Ronda de Artistas (Centro Cultural Espacio Prisma, La Plata). Publicó Terapia Poética (Halley Ediciones, 2018), participó de la Antología de Poesía Contemporánea (Niña Pez, 2019) y recientemente Poesía Doméstica (Halley Ediciones 2020).