La Caja de Pandora

Retrato de una editora por Sandro Barrella
Hoy llega a la Caja Sandro Barrella, viejo conocido de Lit-Pan, para traernos esta semblanza:
Una década después de haber sido fundada por la poeta Mirta Rosenberg, la editorial Bajo la luna pasó a estar comandada por Miguel Balaguer—hijo de Mirta—y su pareja, Valentina Rebasa. Más de treinta años pasaron desde aquel lejano 1991 en el que publicaron el primero de sus libros, Apuntamientos en el Ashram de Hugo Padeletti: tiempo expandido, atravesado por la consolidación de un fenómeno—el de las editoriales independientes—que hoy no sorprende y, si lo hace, es por la terca persistencia de seguir editando, a pesar de la cíclica ciénaga que es la economía política de nuestro país.
Bajo la luna es una de las editoriales que ya forma parte de la cultura poética argentina. Es su sello distintivo un catálogo que reúne poetas como la propia Rosenberg, Diana Bellessi, Irene Gruss; Daniel Samoilovich, Jorge Aulicino, Horacio Zabaljáuregui; Alicia Genovese, Jorge Fondebrider, Tamara Kamenszain; más acá en el tiempo y las generaciones, Sonia Scarabelli, Andy Nachon, Beatriz Vignoli, entre tantísimas otras y otros, como es el caso del notable poeta peruano José Watanabe.
Pero la excusa de estas líneas es la obtención del Premio Nobel 2024, por parte de la escritora coreana Han Kang. Literaria Pandora me pide un retrato de la pequeña editorial argentina que allá por 2012 publicó la primera edición de La vegetariana fuera de Corea, vale decir, el libro, no había sido aun publicado ni siquiera en inglés, como se sabe, lengua dominante. Vaya el dato. Digamos al respecto que entre 2010 y 2015, Bajo la luna acercó al público hispanohablante una serie de escritoras y escritores coreanos de poesía y narrativa, dentro de un proyecto de traducciones que, está a la vista, fue pionero. Por estos días las librerías de Buenos Aires están recibiendo—publicado por un sello español—otro de los títulos que hace más de una década formaron parte de esa avanzada llevada adelante por la editorial, se trata del libro Tengo derecho a destruirme, de Kim Young-Ha.
Pero no es todo, el pedido se extiende y cobra otra dimensión en el hecho, por demás doloroso, de la muerte de Valentina Rebasa en noviembre de 2022. Literaria Pandora me pide un retrato de quien, junto a Miguel Balaguer, es —no existe el pasado en estos casos— editora de dos libros míos. Al respecto, y me excuso aquí del contenido de esos libros, digo que, en Valentina encontré la comunión perfecta entre sensibilidad literaria, rigor visual, criterio gráfico, mirada estética. Y acaso sea la mirada el secreto saber de Valentina Rebasa, que además de editora fue una fotógrafa con un ojo puntual, sagaz, íntimo, revelador, para el retrato. Los hizo y ahí están –habrá que hacer un libro con ellos— para dar cuenta de esto que digo. Como está el registro de aquella muestra del año 2004 en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino de Rosario: Chicas como yo, que recoge instantáneas que Valentina tomó en las calles, autorretratos vistos en los rostros de mujeres que la multitud le deparaba, una imagen de sí en el espejo de sus semejantes (Aquí va el link de Diario de poesía donde Eduardo Stupía comenta la muestra: file:///C:/Users/pc/Downloads/Diario-de-Poesi%CC%81a-n69.pdf).
Como editora, además, no es posible dejar de señalar el cuidado, la delicada dedicación que brindaba al texto, al libro como objeto, a la persona.
Estas líneas surgen de un asombro: una pequeña editorial de esta región del mundo ni tan remota ni tan olvidada, pero a las claras, no central, se adelantó a los relojes suecos y a las agencias literarias de “los grandes”, mérito de la editorial y su fe, su constancia, y mérito de una concepción de lo colectivo, que la, y nos incluye, si tenemos en cuenta que la traductora al castellano de la hoy Premio Nobel, Sun-Me Yoon, vivió en la Argentina desde los 5 años y toda su formación la realizó en el país, habiendo egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Literaria Pandora quiso compartir su asombro, y en eso estamos. Lo tomamos como un pequeño tributo a Mirta Rosenberg -siempre en el recuerdo- y la editorial Bajo la luna, que ella fundó. Para Miguel Balaguer que sigue adelante a pesar de todo. Y a la memoria de la querida Valentina Rebasa.
Sandro Barrella.