Música
Cambiar y abrazar lo extraño (crítica) por Anita Cattorini
Los cambios en el sonido y letras de los artistas son siempre un arma de doble filo, ya que pueden permitir que el/la cantante o la banda alcance nuevos horizontes artísticos y gane nuevos oyentes a la vez que puede alienar y generar rechazo en la gente que era fan del sonido anterior. Un par de casos para analizar.
Tomar la decisión de cambiar algo en nuestras vidas, la mayoría de las veces, conlleva un largo proceso interior en el que, primero, debemos aceptar que esa transformación es necesaria. Una vez que llegamos a y abrazamos esa conclusión, es el momento de la parte más temida de todas: dar el primer paso hacia esa mutación.
¿Por qué nos puede llegar a costar tanto el cambio? ¿Por qué es que hasta podemos tenerle miedo a la idea de renovar lo que ya no va más? Básicamente, porque aventurarse de lleno en lo desconocido sin saber cuál va a ser el resultado es aterrador. Dejar atrás la zona de confort (que ni siquiera implica que la estemos pasando bien en ella) significa que nos alejamos de lo que nos es familiar, conocido, y nos adentramos en lo impredecible.
Ahora, imagínense lo que involucra cambiar para los artistas. Si afrontar todo lo que conlleva crecer y madurar normalmente es difícil, que un/a músico/a defina que es hora de llevar su carrera musical por un camino distinto al que estaba acostumbrado/a es un riesgo, necesario, donde se tiene más las de perder que las de ganar. Que a tus “fans” no les guste la nueva dirección que tomaste y te acusen de vendido/a, que la crítica te llame pretencioso/a por querer experimentar con cosas nuevas, que la discográfica te ponga trabas y no te dé mucha atención porque cree que lo que pensás hacer no va a vender, etc. Como ya se ha dicho muchas veces: querer complacer a todos es imposible, y en estas situaciones queda especialmente claro.
Obviamente, es imposible negar que son muchas las ocasiones donde estos cambios tienen de trasfondo motivos más cercanos a lo empresarial, tratando de subirse a alguna tendencia del momento. Esto no tiene nada de malo, siempre y cuando haya un esfuerzo para entender el por qué determinado elemento o subgénero se volvió popular y no sea simplemente un intento mediocre para ganar algunas reproducciones/ventas más, puesto que nunca sale bien y hace que el producto se vuelva anticuado muy rápido (Eminem sacando hace unos años un disco lleno de colaboraciones mal armadas es una de las pruebas más actuales de ello).
Sin embargo, son más los casos de experimentación y maduración sonora que tuvieron un resultado positivo y dejaron su marca en la historia, a pesar de que en su momento hayan sido vistos como un fracaso o rechazados por el público. A continuación, un par de álbumes que reflejaron estas intenciones de crecer y probar cosas nuevas y que fueron, en un principio, razón de rechazo.
First impressions of Earth
The Strokes fue LA banda de comienzos del nuevo siglo. Con su álbum debut Is this it, de 2001, fueron un punto de inflexión en la escena musical de la época, encabezando el llamado “revival del garage rock” junto con otros grupos, y llenando las estaciones de radio con canciones que incluían riffs de guitarra gancheros y letras sobre tener 20 años y vivir en Nueva York. Rápidamente, se les dio el título de “Salvadores del rock”. Su continuación, Room on fire de 2003, fue otro éxito. Sin embargo, musicalmente era más de lo mismo. Básicamente, un Is this it parte 2. En palabras del propio Julian Casablancas, su cantante: “Ese disco (Room on fire) tenía la vibra de ‘Si no sacamos otro álbum rápido nuestras carreras van a estar terminadas’”. Y entonces llegó First impressions of Earth en 2006.
Queriendo cambiar las cosas un poco, los muchachos llamaron al productor David Kahne, que había trabajado con artistas como Sublime hasta Paul McCartney, para que colaborara con Gordon Raphael, quien les había producido sus primeros dos discos. Pero ambos productores no llegaron a un acuerdo, con Kahne queriendo que la banda experimentara con su sonido y Raphael insistiendo para que siguieran haciendo lo mismo que antes, lo que causó que el último dejara el proyecto.
The Strokes en 2006
De esta forma, el álbum terminó siendo musicalmente variado, con canciones que coqueteaban con el pop (“You only live once”), otras que eran hard rock (“Juicebox” y “Heart in a cage”); y hasta lo que podría considerarse una balada (“Ask me anything”), con Casablancas cantando acompañado sólo por un Mellotron (una especie de piano eléctrico). Este cambio complementaba las letras, ahora con temáticas mucho más oscuras, como la depresión y sentirse harto del mundo, y un tono más pesimista y nihilista, causado en parte por las fricciones que ya existían dentro de la banda y las frustración que les había traído experimentar tanta exposición y fama de golpe.
El disco terminaría siendo uno de los puntos bajos del grupo en cuanto a ventas y criticado por varios periodistas del ámbito por no tener la misma “magia” que los anteriores. The Strokes se tomarían un descanso de 5 años antes de volver a grabar algo juntos. Si bien no es perfecto, First impressions of earth significó, a nivel musical, la apertura a un nuevo mundo que explorarían como artistas solistas y como banda y sin el que no tendríamos hoy la maravilla que es The new abnormal.
Humbug
Mientras que los Strokes dejaban de ser el grupo que estaba en boca de todos (al menos del modo en que lo estuvieron en el 2001), sin saberlo, le estaban pasando la posta a cuatro chicos de 19 años de High Green, Inglaterra, que estaban por explotar. Los Arctic Monkeys (que era fans de Julian Casablancas y cia.) llegaron y con sus primeros dos discos, Whatever people say I am, that’s what I’m not de 2006 y Favourite worst nightmare de 2007, se adueñaron del resto de la década del 2000 y se convirtieron en los nuevos reyes del indie rock. Canciones con un ritmo frenético y guitarras furiosas que contaban historias de desamor y salidas nocturnas, de la mano de la voz nasal de Alex Turner.
Para 2008, la banda había conocido a Josh Homme, quien tenía su estudio Rancho de la Luna en California, y decidieron viajar hacia ahí junto a su productor de siempre, James Ford, para crear el próximo álbum. A diferencia de lo que pasó en el caso de los Strokes, Homme y Ford trabajaron sin problemas. De esta forma, el producto final fue un importante cambio sonoro, más cerca de lo psicodélico y el stoner rock, cortesía de Homme, pero manejado de manera coherente gracias a Ford. El tono siniestro y pesado es consistente durante las 10 canciones y acompaña de maravillas las letras de Turner, más maduras y certeras que antes. Además de un sonido más rico y complejo, resultado de la incorporación de instrumentos que los Arctic no habían usado en el pasado.
Arctic Monkeys en el 2009
Aún así, y si bien no le fue mal en ventas, Humbug marcó un quiebre en el público que venía siguiendo a la banda. Muchos rechazaron el nuevo sonido, ya que los acusaron de “vendidos” y al día de hoy insisten que lo que vale son los primeros álbumes del grupo. No obstante, con el tiempo se lo comenzó a apreciar más, puesto que fue el puente para que los jóvenes ingleses expandieran su sonido y nos regalaran el ya clásico AM (el disco más exitoso de su carrera) y el infravalorado Tranquility Base hotel and casino (¿tal vez en unos años corra la misma suerte que Humbug?). Actualmente es considerado como uno de los mejores de la banda, tanto por críticos como por oyentes.
Así como en la vida es inevitable poder soltar aquello que nos tiene parados y nos impide progresar, entender que los artistas no nos deben nada y que es prácticamente natural que deseen poder crecer y expandir sus horizontes musicalmente, también es necesario. Salga bien o salga mal, es un aprendizaje más. Y si no fuera por ellos, nos quedaríamos sin la oportunidad de conocer una importante cantidad de grandes obras.
Me llamo Ana Laura Cattorini pero todos me dicen Anita. Nací en 1995 así que no casi que no llegué a experimentar esa anomalía llamada el menemismo. Aunque si sus consecuencias. Crecí en Las Flores, ciudad ubicada en la provincia de Buenos Aires (No confundir con el barrio de Flores). Me mudé en 2014 a Capital para estudiar Comunicación social y, desde ese momento, todavía estoy intentando adaptarme al estilo de vida de la metrópoli porteña. Lo audiovisual, ya sea películas, series, etc., y la música son mis dos pasiones. Si pagaran por hablar sobre esas dos cosas sería millonaria. Soy Hufflepuff. Mi película preferida es Moulin Rouge y mi banda favorita Queen. Asimismo, siento un incomprensible cariño hacía Silvia Süller.
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