Textos de Otres

Razones para viajar sola siendo mujer
Razones para viajar sola siendo mujer
Razones para viajar sola siendo mujer, por Denise Slucki
  1. Es una experiencia física. Es difícil de explicar y se siente algo muy único que tiene que ver con la autosuperación, la autoestima y la propia protección. Es un desafío que lleva a que confíes mucho más en vos misma.
  2. Conocés gente todo el tiempo. Es mentira que viajar sola es estar sola. Todo lo contrario, se conocen personas todo el tiempo. Viajar muchas veces implica estar en un lugar desconocido y para encontrar un local o una calle es inevitable hablar con alguien para preguntarle hacia dónde ir. Con lo cual la potencial posibilidad de conocer a alguien es mucho mayor a la que tenés en tu lugar de vida habitual.
  3. Ya nunca más dependes de alguien. Animarte a viajar sola una vez y que te guste, es un camino a la independencia sin fin. Claro que a veces podemos tener ganas de elegir viajar con un/una otro/a pero ya no hace falta la disponibilidad de otro/a para poder irte de viaje o de vacaciones.
  4. La independencia se vuelve una filosofía de vida. La libertad que se gesta en un viaje sola, luego es capaz de propagarse a la vida cotidiana y podés encontrarte yendo a un cine sola, cenando sola o haciendo cualquier cosa que antes no hacías sin la presencia de un/a otro/a.
  5. Representa un desafío para el mandato social femenino. Desde antaño hay cosas que “la mujer no hace”, “no le conviene” o “no se anima” y viajar es una de ellas. Poder hacerlo, animarse desde los más profundos preceptos aprendidos e internalizados es un desafío que trasciende los muros de la propia mente, trasciende tanto que quiebra todas esas estructuras incorporadas.
  6. Si la pasás bien, son tus decisiones. Si la pasás mal, son tus decisiones. Es cierto que podés enojarte o arrepentirte porque tenías poco tiempo y elegiste hacer algo que al final no te gustó tanto. Pero ese plan salió de vos. no cediste en tu deseo, no negociaste con alguien porque vos preferías otra cosa y tampoco resignaste otra opción por ser condescendiente. La decisión siempre es tuya. ¿Es más fácil enojarse con otro o con una misma?
  7. No existen los tiempos. El hecho de que las elecciones sean solo tuyas implica que no haya tiempo. Que si habías planificado visitar tres lugares en un mismo día y porque te enamoraste del segundo, preferiste no ir al tercero y quedarte toda la tarde ahí, es posible y no hay reproches externos. Rememorando a un viejo amigo, viajando sola incluso está permitido dormir la siesta en París sin culpa.
  8. Si no estás conforme, podés volverte o cambiar rotundamente los planes. Algo de lo que implica tomar tus propias decisiones todo el tiempo, incluye que si planificaste todo el viaje con mucha expectativa, pero llegaste y no era lo que esperabas, siempre podés volver o decidir rumbear para otro lado sin que otra persona deba estar de acuerdo y sea la que habilite a que finalmente suceda, o no.
  9. La plata no es un problema. Si bien es cierto que viajar sola suele ser más caro que hacerlo en compañía, también puede ser mucho más austero. Por lo general los sitios turísticos, así como los teatros y hasta los pasajes de metro o servicios privados de traslado están diseñados para venderse para más de una persona (un boleto de metro por 10 viajes suele ser más barato que uno por 2). Asiduamente las ofertas suelen ser dos por uno o que llevando dos, tengas cierto descuento. El mundo entero está pensado para “pares”. Esto lleva a que en estos sitios siempre quede una entrada, un lugar que muchas veces, para venderse, puede conseguirse por un precio mucho menor al que tenía originalmente.
  10. Es una experiencia que por la decisión que la precede, rompe prácticamente con todas las estructuras a las que venías acostumbrada. Vivir la aventura de hacer algo distinto implica honrar la vida a la máxima exponencia, aceptando su finitud.
    Hacelo y contame cómo te fue.

Soy Denise Slucki, AB+. Una mezcla de infinitos intereses que rara vez se conectan entre sí.
Una actriz devenida en abogada penal juvenil que se aburrió de las leyes y empezó a estudiar medicina a sus 30 años, mientras terminaba la carrera de Locución.
Amante de los perros a niveles incomprensibles y fundamentalista de los viajes.
Empecé a escribir a los 11 años porque necesitaba desnaturalizar las diferentes situaciones de la vida que te atropellan sin mucha explicación previa. Precisaba desglosarlas para poder sobrevivirlas y continuar con mi propia vida de niña.
Hoy, 21 años después, el motor de mis relatos sigue siendo esa necesidad física de desnaturalizar para comprender, resignificar y seguir.

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