Textos de Otres
Breves relatos de los tiempos por Ángeles Tolosa
Tiempos de fantasía
Amaba, como dicen algunos, perder el tiempo. Para ella no era perdido, al contrario, ella lo llamaba, tiempo para pensar.
Gozaba de tomarse el tiempo solo para fantasear, hacer viajes imaginarios, tener aventuras fantásticas, crear mundos inexistentes.
El mejor momento para “perder el tiempo”, eran los largos viajes en colectivo, cuando viajaba con su madre a visitar a la abuela, al querido y añejo barrio de San Telmo.
Mirar por la ventanilla y observar a la gente, crearles historias, inventar diálogos entre ellos, recrear una vida paralela de la que ellos nunca se enterarían.
Hermosos tiempos perdidos de la infancia, cabecita voladora llena de fantasía, “tiempo perdido” que acompañó su soledad.
Tiempos de lecturas
Pensar en sus primeras lecturas la lleva al viejo sillón de mimbre donde era feliz sumergida en distintas historias.
No hubo lugar para el juego, ni los abrazos, ni las charlas; pero le regaló un tiempo hermoso de papel y letras.
Llegaba tarde, de madrugada, con las piernas agotadas de servir mesas de otros que podían disfrutar de lo que él no; aun así, eso no impedía tomar un tiempo, detenerse en un kiosco y con las propinas obtenidas en el día comprar historietas, libros o revistas que colmaron su infancia, la de ella.
Y ese fue el maravilloso tiempo brindado, el que nunca se olvida, porque la enriqueció y la ayudo a escapar.
Tiempo de maternar
Eran tiempos difíciles, vertiginosos, inestables. El desconcierto del abandono, la falta de nido, la incertidumbre…
Y de repente la sintió en lo más profundo y supo que era aquella con la que había soñado. Etérea, rubia, dulce, casi frágil; sí era ella, y le puso nombre y así habló con ella hasta el día que vio su rostro por primera vez.
Sintió que ya no había soledad, que no habría posibilidad de desamparo, ahora alguien la necesitaba.
Tiempos ardientes
Los hubo muchos, ardores que queman lo más profundo, llamas que envuelven y embriagan, chispas que pasan y apenas dejan marcas.
Tiempos de mariposas en la panza; de elevarse, cerrar los ojos y flotar sobre los techos de la ciudad. Tiempo de pasiones incontrolables, de sentirse fusionar con otro, de creer en el infinito.
Tiempos pasajeros, duraderos; tiempos de ir y venir; tiempos de ir y no más…
Pasiones de todos los colores y fulgores; recuerdos dulces y amargos; calientes, insípidos.
Marcas del tiempo de pasiones en la piel que no se irán, quedaran como parte de una intensa historia.
Jamás se arrepentirá.
Tiempo de amor y calma
Lo vio en la parada de colectivo 165, una mañana hace ya más de cuatro décadas. Fue su primera vez del amor puro e inocente de la infancia. Cada día miraba a ese niño rubio con devoción y vergüenza, él jamás lo supo. Sus tiempos eran diferentes.
La vida los fue llevando por distintos rumbos, mudanzas, historia de amores y desamores, hijos; todo pareció indicar que el tiempo de los dos se había esfumado para siempre.
Una noche calurosa de San Telmo, cuando el agobio y el aburrimiento son salvados por la tecnología, de repente el pasado estaba ahí, tras la pantalla, tiempos modernos de conectividad. Y después, cuento conocido, reencuentros escolares, todos felices de volver el tiempo atrás, recrear el aula, las anécdotas, los momentos maravillosos en los cuales eran eternos.
Ahí estaba el niño rubio, ya ni rubio, ni niño. Días después empezó La Historia de Amor, (eso es otro cuento), la que se hizo esperar cuatro décadas. Tiempo del hilo rojo, de ser el faro al cual nos dirigimos. Tiempo de pasión, de amor, de complicidad, de calma y de creer que esta vez el tiempo infinito es posible.
***
Soy Ángeles Tolosa, nací en la ciudad de Buenos Aires un domingo 26 de septiembre de 1965.
Crecí en Monte Grande y desde hace varios años habito el barrio de San Telmo. Trabajadora Social y amante de toda expresión artística que exorcice los fantasmas de la realidad.
IG: angeles_tolosa