Fotos, Plástica, Otros.
Esta foto corresponde a Etiopía, en el camino que une Addis Ababa (la capital) y Dilla.
Lo que resulta curioso es que el pastor que lleva los camellos parece ofrecer, al levantar el brazo, esas telas que bien podrían tratarse de repasadores, al menos eso es lo que se me ocurre a mí.
La foto la tomé en movimiento, desde el ómnibus en el que iba y con el cristal de la ventana de por medio. Tengo que admitir que preparé la máquina unos segundos antes porque ví, a la distancia, la manada de los camellos que iba en nuestra misma dirección. Por otro lado, el vehículo circulaba a baja velocidad por dos razones: la primera, sobre la banquina de la ruta había en casi todo el trayecto, personas y animales que iban o venían; la segunda, el estado de la misma, con baches de principio a fin.
Igual, y a pesar de esas circunstancias, esta foto tiene valor, especialmente para mí que ni siquiera soy un amateur de la fotografía.
Horacio Esber
Esta foto la tomó Juan Bruno en la Estación de Tren de Agra, India, mientras esperábamos para ir hacia Khajuraho. Estuvo entre 45’ y una hora para conseguirlo. Obviamente, la señora ignoraba la intención de Juan; él, a veces en cuclillas y otras sentado en el piso, disimulaba mirar en el visor las fotografías grabadas. Esperaba la oportunidad justa, pero cada vez que enfocaba -parecía chiste- alguien se cruzaba por delante o se detenía muy cerca de la mujer, de modo que la foto perdería pureza. Lo mejor fue cuando, un segundo antes de oprimir el disparador, tres se detuvieron a discutir metidos entre el fotógrafo y la “modelo”. Permanecieron así, entre gesticulaciones y voces altas –inentendibles para nosotros- no menos de 20’.
El problema: la luz que se iba.
Por fin, el instante exacto y Juan que lo aprovecha. El resultado está a la vista.
Tengo que confesar que por mucho tiempo he contado esta historia como si yo hubiese tomado la foto. Aquí y ahora cedo ante la verdad de los hechos… no fui yo el que lo hizo.
Bajando hacia la plaza principal de Purmamarca hay lugares especiales, con una mística que envuelven a cada turista y visitante curioso.
Es el caso de “Don Heriberto” una especie de “cantina norteña” en la que desde el ingreso, un pequeño con mucha más actitud que altura, nos invitaba con la mirada. Tal vez sólo estaba descansando, tal vez sólo miraba a los que pasaban, pero la imagen de esa construcción con reminiscencias del Lejano Oeste, allá en las tierras de los siete colores del noroeste argentino, con este inusual cantinero, atrajo el lente de la cámara y se quedó grabada para el recuerdo.