La Caja de Pandora
Cuatro libros para la des-Memoria
La Caja se abre hoy para traer estos cuatro libros que ayudan a exorcizar en tiempos turbulentos, la tentación que llega de la mano del negacionismo. Y si necesitamos hacerlo, es porque soplan los vientos de la desmemoria. Y aunque nos resulte un poco absurdo repetir una, mil, treinta mil veces lo mismo, necesitamos entender que nunca será suficiente. Entonces releer y regalar para que lean, se transforma en una obligación militante:
Nunca Más
Eudeba, 8va Edición, 5ta. Reimpresión, (157, 158).
Caso Osvaldo Fraga, Legajo Nº 237:
“…Fui detenido en el Policlínico Posadas el 2 de diciembre de 1976 donde desempeñaba tareas administrativas, junto al enfermero Osvaldo Fraga (…) A ninguno de los dos nos acusaron en ningún momento de cargos concretos y sólo nos pedían información sobre médicos, enfermeros y empleados del policlínico (…) Nos picanearon y mantuvieron vendados (…) diez días después nos trasladaron en el baúl de un auto a otro lugar, dentro de la Base, donde las condiciones de encierro se tornaron infernales. En dos oportunidades vi a Fraga junto con otros detenidos. En ambas nos encontramos sin vendas en los ojos, completamente desnudos y con el cuerpo desgarrado, cubiertos de heridas…”.
El Régimen de Pol Pot – Raza, poder y genocidio en Camboya bajo el régimen de los Jemeres Rojos, 1975-1979
Prometeo Libros 1ra. Edición, Buenos Aires 2010, (254)
Región 33 (Kompong Speu-Takeo del Norte)
“…Long Van, mecánico de avión: (…) La gente comía gacha pero también podía pescar y buscar comida por su cuenta. Arrestaron a tres personas, entre quienes estaba un estudiante de Phnom Penh cuyo padre había muerto y lo había dejado solo: «Estaba triste y deprimido y rompió las regulaciones. Se lo llevaron y lo mataron (…) Van insiste, sin embargo que, los jemeres Rojos «todavía no eran bárbaros», y en un principio trataban de darle confianza a la población (…) «para matar gente hacían cosas muy buenas. Entonces no perdían nuestra confianza; todavía nos sentíamos orgullosos con ellos. Sus tácticas eran buenas, de manera que les creyéramos hasta que nos arrestaran y nos mataran»…”.
Los que Susurran – La represión en la Rusia de Stalin.
Edhasa, 1ra. Edición, Buenos Aires 2009 (382)
El gran terror
“…En sus memorias, dictadas en su lecho de muerte en 1979, Simonov se inculpaba a sí mismo: «Para ser sincero sobre esa época, no solo Stalin es imperdonable sino también uno mismo. Nos es que haya hecho algo malo (…) sino que se acostumbró al mal. Los acontecimientos que se produjeron en 1937-1938 parecen ahora extraordinarios, diabólicos, pero para mí, que era entonces un joven de veintidós o veinticuatro años se convirtieron en una suerte de norma, algo casi habitual y común. Uno vivía en medio de esos acontecimientos, sordo y mudo a todo, no veía ni oía nada cuando la gente que lo rodeaba era fusilada, cuando desaparecía gente por todas partes…”.
Las Benévolas
Galaxia Gutenberg, 1era. Edición, Barcelona 2019 (251,252)
Alemandas I y II
“…Presencié la llegada del tren y cómo los descargaban: los judíos parecían sorprendidos (…) Unos Orpos golpeaban más y mejor a los judíos, quienes, aterrados, iban corriendo a sentarse en paños menores (…) Un hombre de cierta edad, de aspecto distinguido, con gafas y bigotito, se me acercó. Llevaba en brazos a un niño muy pequeño. Se quitó el sombrero y me dirigió la palabra en un alemán impecable: «Herr Offizier, ¿puedo decirle unas palabras?». - «Habla usted muy bien el alemán», contesté - «Estudié en Alemania –dijo con una dignidad algo enervada-. Antes era un gran país». Debía ser uno de los profesores de Leningrado. «¿Qué quiere decirme?, pregunté muy seco (…) «Sé lo que hacen ustedes aquí –dijo el hombre sin perder la calma- . Es una abominación. Solo quería desearle que sobreviva a esta guerra, pero para despertarse, dentro de veinte años, todas las noches dando alaridos. Espero que sea incapaz de mirar a sus hijos sin ver a los nuestros, a los que ha asesinado». Me dio la espalda y se alejó antes de que pudiera contestarle nada…”.