Textos de Otres
Son las siete de la tarde. Pasé las últimas tres horas leyendo y decidí tomar este recreo que todavía no descifro en qué consiste. Voy al baño, pienso cosas sobre mi aspecto al cruzarme con el reflejo. Inmediatamente pienso cuándo vendrá el día en que me deje en paz. Cuándo comenzaré a elaborar treguas cada vez más largas. Abro la heladera, examinó estetoscopicamente su cuerpo rectangular bastante vacío. Compruebo que una vez más, tengo dulces, mermeladas y untables de todo tipo y nada en que untar. Decido sentarme a escribir. Intentarlo. Una fugaz sensación saliendo del baño ha sido suficiente para encender un intento optimista. Luego, muy pronto, queda solo el intento. El optimismo desaparece al mover el cursor para despertar la máquina. A pesar del traicionero abandono continuo tipeando y borrando, borrando. Compruebo que mi teclado se ha desconfigurado y no tengo la menor idea de cómo arreglarlo, pero pienso en la tutorial solución. El día continúa sólido como un hueso indiferente, siento que no es tarde pero tampoco temprano. Me asaltan suaves ganas de salir a dar un paseo, pero comprendo rápido que aquello implicaría ciertas acomodaciones: mi pelo, mi ropa, mi perfume. Pienso en ello y decrece el entusiasmo en un mecanismo casi bursátil. Sin embargo, no estoy segura de querer ver caer la noche acá (¿por qué siempre la noche cae y no tropieza o salta?). Antes que eso suceda palpito un tedio recién nacido surcando la tarde que aún insiste. Me incomoda cada vez más no poder acentuar las palabras, la desconfiguración ha vedado también los signos. El de interrogación es "un piquito que se come al más chico", diría mi maestra en la primaria en plena transposición didáctica de >. La tilde ahora es el muro de un corchete fragmentador de palabras. Pese a todo, me alegra poder escribir sin que nada fabuloso pase como requisito. Simplemente estoy en casa, un poco encorvada como no es costumbre, tumbada y sola sin soledad. Cuando me aparte del escritorio sé que sigue la contienda entre la vasta condición de posibilidad y la familiar costumbre. Sé que el hipotético paseo competirá sin éxito con el balcón y la sidra fresca, con el vestidito sin gracia y el cigarro de marihuana. Con la misma seguridad puedo prever como de nuevo, otra vez, la búsqueda pacientemente larga a la cual he sobrevivido (son las siete treinta de la tarde) se sentirá de a ratos, como una insoportable e instigadora espera.
Rocío nació en Laprida, pequeño pueblo en el centro de la provincia de Buenos Aires, durante el invierno de 1993. Cuando era niña sus principales actividades extra escolares fueron los talleres municipales de literatura y danza. Al terminar sus estudios secundarios se mudó a la ciudad de La Plata para continuar con estudios superiores. Aunque ingresó ese mismo año a la carrera de psicología de la UNLP, sería posteriormente el Profesorado en Danzas Clásicas la carrera elegida y de la cual se recibirá durante el 2020 año. Actualmente continúa formándose en la Lic. en Ciencias de la Educación por la UNLP.
En 2017 publica su primer libro de poesías llamado Autopartes del Naufragio y hacia finales del 2019 publica el segundo poemario llamado Poesías para Abrir.
Frecuentemente sus escritos son publicados en revistas digitales así como también realiza lecturas de sus poemas en eventos culturales independientes de la ciudad de La Plata.