Textos de Otres

Palabras para Juan Forn
Palabras para Juan Forn

Palabras para Juan Forn, por Diego Alfaro Palma.

Me gusta la voz de Juan Forn, es una voz un tanto ronca, como la de alguien que fumó mucho, o que pasó demasiados días conversando, bebiendo whisky con dos o tres dedos de hielo. Es una voz afable, jamás socarrona, la de alguien que tiene tantas historias como Sherezade, la referencia a un libro inencontrable, un chiste. Me gustaba verlo aparecer en las librerías de Buenos Aires, dando vueltas entre las secciones como un tiburón en un arrecife, girando sobre su cuerpo, acelerado; pero más me gustaba cuando surgía de entre los cardúmenes de paseantes y era viernes: tomar el valor para acercarse y darle las gracias por la columna que cada viernes publicaba en Página 12. “Gracias, pibe”, era su respuesta, y luego venían los comentarios. En ese instante se peinaba con la mano y comenzaba a compartir sus descubrimientos mezclados con su vida de exilio en Villa Gesell. La primera vez que fui a ese balneario comí rabas con limón y di una vuelta por la playa; sabía que ahí vivía Forn y me lo imaginaba con sus anécdotas: reparando algo en la casa, yendo a la ferretería, retirando un pedido en la fiambrería, vestido como el protagonista de su cuento “Nadar de noche”: en pantalones cortos y sin afeitarse. Forn, un mito viviente de la literatura argentina y latinoamericana. Forn, uno de los mejores escritores que uno pueda llegar a leer. Forn, el editor que lo hizo todo o casi todo. Mientras escuchaba el Tester de violencia de Luis Alberto Spinetta, me da por abrir las redes sociales, un posteo anuncia que Forn ha muerto a los 61 años de edad de un ataque al corazón. El posteo proviene de Página 12 y comienza así: “la noticia es un baldazo frío, inexplicable”. Este viernes 17 de junio escribí: “Para comenzar los viernes siempre está Juan Forn”. La lectura de sus columnas se convirtió en uno de los pocos rituales antes de empezar la jornada laboral del día añorado: un té de hierbas, una tostada y esa prosa única, deslavada, tiburónica, que retrataba a un poeta húngaro, a una viajera argentina, a un arqueólogo suicida, a la hija de un pintor japonés. De entre los miles de peces del océano a Juan Forn le gustaban los peces de colores, de formas extrañas, con luz propia, peces que habitan en fosas abisales demasiado profundas. En esas aguas nadaba y nadaba de noche. Entrar en su prosa es dormir entre formas escuálidas y dentadas, movimientos impredecibles, un tester de violencia y también de ternura. Admiro a este Juan Forn que se nos fue y sé que siempre estará entre esos especímenes que me gustaba ver llegar, con su pelo canoso y ondulado, sus ojos claros e inquisidores, y esa voz ronca, la de un insomne ejemplar, un animal inquieto.

Diego Alfaro Palma

http://diegopersonae.wordpress.com

IG: diego.alfarop

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